El ser periodista turístico me permitió cumplir un sueño: conocer New York. Y además me posibilitó el cumplir años en ese destino soñado. No sería mi primera vez en Estados Unidos, pero sí mi primera vez en la ciudad más poblada de esta Nación.
Viernes 9/9
El viaje fue de tan solo cinco horas porque me encontraba en la Ciudad de México (No me quiero imaginar las horas y esperas que hubiera tenido saliendo desde Buenos Aires), pero para un vuelo que sale a las 6.05 de la mañana tuve que estar en el aeropuerto a las 3.00, por lo que había dormido tan solo dos horas.
Llegué a destino bastante cansado, pero llegué. Por suerte antes de abordar el avión me puse a buscar cómo llegar desde el aeropuerto a mi hotel en Brooklyn y advertí que la Ciudad tiene en funcionamiento tres aeropuertos (y un cuarto próximo a inaugurarse), así que me aseguré de hacer las capturas correctas al mapa. Siempre tomo fotos porque no puedo confiar en el buen funcionamiento del WiFi o de los datos de mi celular.
En Newark tomé el Airtrain, dos estaciones, hasta llegar a Newark Broad Station y por un boleto de 15 dólares tomar el tren que va hacia Manhattan. Me bajé en la Estación Pensilvania para combinar con dos líneas de metro: la C hasta 14 St / 8 Av y luego la L hasta Montrose Avenue Station.
Pensé que ese día descansaría, pero no. Durante el trayecto había recibido una invitación a la Fashion Week para esa misma tarde, siendo que tenía previsto ir recién el sábado. Dormí quince minutos y emprendí el regreso hacia Manhattan en metro, pero me bajé mucho antes, en Broadway-Lafayette, para caminar y empezar a conocer.
Camino hacia el 608 de la Quinta Avenida me topé inesperadamente con la Biblioteca Pública de New York. Si la habré visto en cientos de películas y hasta la ponían como ejemplo en la carrera de bibliotecología. Por supuesto entré y me compré un regalo adelantado de cumpleaños ¿Un libro? No. Un mazo de tarot con diseño de gatitos.
Almorcé algo rápido y me dirigí a la FW. Grata sorpresa me llevé cuando vi que se trataba de un desfile en el que participaron mujeres de todas las tallas y edades.
Sábado 10/9
Al día siguiente tuve que dictar dos de mis tradicionales clases virtuales de los sábados. Tuve suerte con la señal de WiFi del hotel, pero mientras más pasaba el tiempo peor se ponía la conexión.
Pasadas las 5.30 terminé mi última clase y salí corriendo a tomar el metro para llegar a mi cita de las 7 de la Semana de la Moda. Este desfile si bien fue inclusivo por sumar a hombres, ya nos presentaba a mujeres exclusivamente jóvenes y del estilo 90-60-90.
No recuerdo qué cené esa noche. Siempre soy muy indeciso para ingresar por mi cuenta a restaurantes que no conozco. Me habían recomendado comer un hot dog en cualquiera de los carros callejeros, pero soy muy temeroso de comer en la calle.
En lo que sí no dudo es en caminar y caminar. Todos esos días me fui alternando entre las distintas avenidas para caminar y seguir conociendo. Yo sé que no todo el mundo se encuentra quizás en el estado ideal para tantos kilómetros, pero he comprobado que es la mejor forma de conocer una ciudad.
Domingo 11/9
El domingo salí del hotel por la mañana temprano hacia el puente de Williamsburg. Lo crucé y en menos de media hora estuve en el Barrio Chino. La verdad que siempre me desilusionan los barrios chinos, así que ya no creo que los siga sumando a mis itinerarios en los próximos países. Es lo único en lo que New York no está al nivel de lo que muestra en las películas.
Luego pasé por el sitio donde estaban las Torres Gemelas, pero por tratarse del día exacto de la conmemoración, no pude acercarme demasiado. En total caminé 12 kilómetros hasta que por fin llegué a la Terminal de Ferrys. Me subí al que va a Staten Island, único ferry gratuito que además pasa cerca de la Estatua de la Libertad. Todos los blogs acertadamente recomiendan subir del lado derecho de la embarcación si uno quiere verla.
Ya en Staten Island se había desatado la tormenta, por lo que almorcé dentro de la misma Terminal y emprendí el regreso. En Manhattan también llovía y el sueño acumulado me pedía una cama. Así que regresé al hotel y dormí.
Lunes 12/9
Las condiciones climáticas del lunes fueron mejores que las del día anterior, así que pude caminar mucho más. Hice casi 10 kilómetros hasta Manhattan, atravesando todo el barrio judio ortodoxo y cruzando esta vez por el puente de Brooklyn, uno de los más emblemáticos de la Ciudad.
Y volví a la Terminal de Ferrys y volví a Staten Island. El día soleado me permitió recorrer las afueras del lugar. Estuve unos minutos tomando fotografías y regresé a Manhattan. Frente a la misma Terminal me tomé el metro hacia el Central Park, exactamente hacia la esquina que da a las calles W 59th y Central Park West donde me encontré con una estación de alquiler de bicicletas.
Menos mal renté una bicicleta porque el Parque era mucho más grande de lo que imaginaba. Y perderse fue más fácil de lo que imaginaba. Pero fui feliz como niño dando vueltas en una juguetería.
Ese lunes pude cumplir tres grandes sueños: cruzar el Puente de Brooklyn, recorrer el Central Park y tomarme las clásicas fotos en Times Square, en donde intenté quedarme hasta las 00 para recibir mi cumpleaños número 41. Pero el sueño me ganó, por lo que regresé al hotel a dormir.
Lunes 13/9
Al día siguiente ya me tocaba regresar a la Ciudad de México y de ahí a San Luis Potosí a dictar un curso, por lo que pasé mi cumpleaños arriba de un avión y de dos buses.
Cualquiera pensaría que ser periodista turístico es un privilegio, y si lo es, pero uno tiene que estar dispuesto a dejar de lado eventos importantes y comodidades para poder hacer su trabajo. Llegué a San Luis Potosí ya pasada las 00 así que mi feliz no cumpleaños se pasó volando.
Por: Miguel Ledhesma – Argentina