La revolución mexicana de 1910, generó un profundo giro de un territorio de cambio, sin importar los costos de todas las estructuras de la población. En retrospectiva, esto amplificó la visión de un pueblo sometido por siglos demostrando que la unión hace la fuerza, permitiendo hacer sueños realidad incluyendo los artísticos y culturales, cuya principal manifestación fue el movimiento muralista.
Aunque el muralismo se desarrolló desde tiempos remotos en Europa, es a partir de la revolución que esta corriente se convirtió en el fenómeno artístico de mayor importancia del arte mexicano del siglo XIX, proyectándose al mundo en el marco de una enorme desigualdad social y económica, debido a estructuras de poder que buscaban mantener sus privilegios a costa de la pobreza pueblo. Los muralistas de aquella época lograron cambiar la forma de hacer arte, transmitiendo por medio de sus murales la historia revolucionaria de México dando a conocer una sociedad popular, tradicional e indígena que había permanecido escondida durante mucho tiempo.
La herencia artística que dejo la lucha revolucionaria, se identifica por las ideas políticas y sociales de sus autores, relacionando un grito de guerra sin precedente entre el arte y la política, denunciando en sus gráficos, ideas socialistas que vieron nacer una sociedad renovada con logros y derrotas. ¡Vamos a revolucionarnos! Demos importancia a lo positivo de las crisis, aprendamos de nuestros precursores.
Sigue de cerca el serial “Activa CDMX con arte” descubre la repercusión artística que dejo la revolución mexicana, llena de contradicciones, mitos, metáforas y leyendas de tres artistas que eligieron nuestro destino y dejaron un importante legado dentro del Palacio de Bellas Artes: Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.