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Sorry not sorry…

¿Quién está de acuerdo conmigo que la frase “No hagas nada de lo que te puedas arrepentir” es subjetiva? Este “consejo” se nos ha dado creyendo que todos somos absolutamente bondadosos.

“A toda acción corresponde una reacción” en este caso Newton nos dice que cuando un cuerpo ejerce una fuerza (acción) sobre otro cuerpo, éste reacciona con una fuerza de igual magnitud, pero en sentido contrario.

Bajo estos dos argumentos es humanamente imposible que no lleguemos a arrepentirnos alguna vez por algo que hicimos o dijimos y, en consecuencia, nuestro Dalai Lama interior exige pedir disculpas. Siendo honestos los escenarios que creamos en nuestra mente siempre son perfectos, pero a la hora de plantarnos frente a la otra persona, nuestro alter ego se hace presente y en el fondo sentimos que, si pedimos perdón van a identificarnos como sumisos, perdemos autoridad, y lo más difícil aceptar que cometimos un error complicándose así, nuestra oportunidad de ofrecer disculpas y no llegar a hacerlo por alguna “razón”.

En la otra esquina tenemos a nuestro orgullo, ese incapaz de aceptar disculpas, con la intención de que nuestro oponente no vuelva a hacer lo que hizo o que su percepción lo lleve a creer que sus acciones no fueron graves.

Ustedes comenzaran a recordar esas ocasiones en las que perdonaron, pidieron disculpas o en las que nunca pidieron o nunca llegaron… y en base a ello, hay que poner en una balanza si es mejor arrepentirse de nuestros errores o dejar de hacer cosas de las que nos vayamos a “arrepentir”.

Hace poco después de meditación, platicando con una de mis mejores amigas concluimos que el enojo, el rencor, la sed de venganza y muchas otras emociones nos arrastran a un posible arrepentimiento, si lo profundizamos, es gracias a esto que somos quienes somos, está en nosotros no victimizarnos y tomar la decisión de explotar el protagonista que llevamos dentro.

Si ponemos atención, las experiencias vividas nos dan la pauta para cambiar, y si, cuesta mucho y a veces duele aceptar situaciones, pero gracias a eso hoy somos más inteligentes y sabios. Si la practica hace al maestro… ¿qué tan maestros somos en disculpar y pedir disculpas?

Hace poco, lloré y pataleé de furia, decepción, coraje e impotencia por una situación que ya me había pasado antes, permitir que vuelva a pasar es mi culpa, pero ya me perdone. Hoy, a distancia, me doy cuenta que en realidad no tengo nada que perdonar a la otra persona, lo que hizo no me lo hizo a mí, no tiene nada que ver conmigo, tiene que ver con los fantasmas que cada quien lleva dentro.

La kabbalah dice que todos somos simples mensajeros de vida enviados para que aprendamos alguna lección y al final basta con agradecer ¿será?

Mientras seguimos preguntándonos si vale la pena que el pasado se adueñe del presente y arruine nuestro futuro… ¡agradezcamos! pues es más fructífero agradecer por lo que nos dieron y lo que no, lo que hicieron y lo que no, lo que dijeron y lo que no, porque gracias a toda esa experiencia podemos dejar ir a los fantasmas que impiden nuestra evolución. Se protagonista, decide y elige tu destino.

Editor en jefe
Maye Padilla

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